Opositar a los 50 años: «De joven todo te vale, pero luego ves la ventaja de trabajar en lo público»

borja casal REDACCIÓN

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Basilio Julián es fisioterapeuta eventual en un hospital coruñés y oposita para el Sergas
Basilio Julián es fisioterapeuta eventual en un hospital coruñés y oposita para el Sergas EDUARDO PEREZ

Las academias se llenan de trabajadores veteranos que optan a una plaza. Un eventual del Sergas, una madre de tres hijos y una sanitaria que consiguió su puesto a los 51 años cuentan su experiencia.

04 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Una oposición es una carrera de fondo. O al menos esa es la idea que se repite una y otra vez en las academias de preparación, en donde estudiantes de todo tipo memorizan temarios y se forman para conseguir un empleo público. Y no solo aquellos de veintipocos años a menudo recién graduados, sino también los que ya rozan o sobrepasan la cincuentena, un grupo de edad numeroso y nada infrecuente en las academias. En esos casos el objetivo coincide en todos los opositores: después de años trabajando como eventuales o en la empresa privada, buscan una estabilidad para afrontar una jubilación tranquila.

«De joven todo te vale, pero luego te das cuenta de las ventajas de trabajar en lo público», destaca Basilio Julián, un fisioterapeuta de 54 años y que está como trabajador eventual en el Hospital de Oza (A Coruña) . «No es solo tener un trabajo fijo. Tienes una tranquilidad interior y las normas siempre están bien delimitadas. Eso en la privada no siempre ocurre y a veces puede haber algún exceso por parte del jefe o empresario de turno. En el sector público, si haces bien tu trabajo, no tienes problemas», añade Basilio, que ha pasado por hospitales, clínicas privadas y equipos deportivos.

«Y toda esa trayectoria no me beneficia mucho en un concurso de méritos», se queja el fisioterapeuta, tras haberse presentado a algún proceso y no quedar muy arriba en listas por llevar poco tiempo en el Sergas.

Basilio prepara su plaza mediante clases virtuales en Centro Estudio Oposiciones. Eso le permite conciliar estudio, trabajo y familia: «Estoy ilusionado, pero eso no quiere decir que esté a tope todos los días. Es un poco complicado porque trabajas y llegas cansado. Y aún tienes que hacer cosas de casa y luego sacar energía para dedicarle a la oposición. A lo largo de estos años me he seguido formando, pero esto al final es memorización y sabes que compites por la plaza».

En la misma línea se explica su compañera de academia Lucía Viaño. En su caso opta a conseguir una plaza de Educadora social. «Cando tes 20 anos dislle á túa nai que vas á biblioteca de nove a dúas da tarde. E que estás ás dúas e cuarto para comer. Pero eu teño que facer a comida porque me veñen comer», explica Lucía, una madre de 47 años y con tres hijos, una ya en la universidad.

Esta opositora de Ames lleva desde el 2006 como eventual en listas de la Xunta —hace tres meses terminó su último contrato— y por aquel entonces también intentó sacarse una plaza. «Fun ver como era xusto ao nacer o meu segundo fillo, e desde aquela non volveron sacar oposicións ata o ano pasado», explica Lucía, que dudó en volver a preparar y presentarse a un proceso así. «Custoume un pouco de traballo pensar que me podía presentar aos meus anos. Era unha sensación encontrada porque pensaba ‘‘que fago indo eu agora'', pero ao mesmo tempo sei que toda a bagaxe profesional que teño como educadora non é pouca», reflexiona.

Cuando terminó su carrera de Pedagogía, ella no se planteó opositar porque «aí pensas noutras cousas, pero logo ves que o mundo laboral non é doado». Eso sí, ahora tiene claro que sacarse una plaza pública es una tranquilidad: «Coa idade valoras outras cousas como estar coa familia, poder pedir unha excedencia ou unha redución de xornada. Agora nas empresas tamén o hai, pero non é o mesmo que na Administración. É unha estabilidade».

En cuanto a su preparación, Lucía también sigue el método a distancia y ve las clases desde el ordenador. Reconoce que la presencialidad también le atrae, tanto por la parte de relacionarse con profesores y opositores, como por la de evitar posibles problemas técnicos. «Pero realmente é cómodo porque se tes calquera cousa o día da clase, podes vela noutro momento», afirma.

¿Y si no sacan plaza?

La carrera de fondo de los opositores puede terminar con plaza o sin ella, pero casi todos coinciden en que la clave es no desanimarse. «Me satisface estar en esta circunstancia y no me lo tomo como que si no apruebo es una desgracia. Para mí es algo positivo y me ayuda a refrescar conocimientos», afirma Basilio.

Lucía ya tiene el ojo puesto en los exámenes y valora pedir una excedencia para hacer un repaso intensivo dos o tres meses antes. Y si está en el paro, aprovechar ese tiempo al máximo: «Ao non saber cando te van chamar das listas nin por canto tempo é difícil planificar, pero eu afróntoo en positivo. Se non sae, pois non nos vamos afundir na miseria. Se non, sería un estrés continúo».

Una sanitaria que sacó su plaza a los 51 años: «Este xa é un traballo para toda a vida»

Cualquier persona que prepare una oposición se enfrenta a las dos caras de la misma moneda: sacar plaza o no. Las ganas son fundamentales, como también lo es una buena preparación y una experiencia que acaba siendo determinante para los méritos. Insistir y probar suerte varias veces es otra de las claves para esa carrera de fondo, tal y como señala quien consiguió su plaza fija una vez superada la cincuentena.

Es el caso de Conchi Barreiro, una auxiliar de enfermería en Santiago a sus 53 años, que tiene un mensaje de ánimo para los opositores que ya peinan canas: «Fun ao exame cunha lumbalxia que non me puiden nin sentar. Tiven que levar certificado e todo para ensinarllo ao tribunal. Pensei que suspendía, pero foi toda unha alegría despois de tanto tempo opositando», cuenta Conchi, que sacó su plaza hace dos años después de llevar 18 trabajando como eventual para el Sergas.

«Levaba na vacante cinco anos, pero tiven moitos contratos. Aprobei varias veces, pero como era concurso-oposición sempre había xente con máis experiencia e non daba sacado a praza», explica la sanitaria, que se presentó por primera vez cuando su hijo pequeño tenía seis años. Ahora tiene 30.

Cabezonería

En todos ese tiempo hubo varios intentos que no dejaron de sucederse a causa del tesón de Conchi. «A familia xa estaba ata a coronilla de min, pero é que niso eu son moi cabezona», dice riendo.

«Esta era a última baza: se con 51 non a sacaba, non me ía presentar na próxima que vai ti saber cando era», confiesa la sanitaria, que gracias a que sus hijos ya eran mayores se pudo dedicar en exclusiva a trabajar y estudiar. «Non é que economicamente me cambiara moito, pero si que me dá a tranquilidade de ter un traballo para toda a vida», concluye.