La complicación de lo sencillo

José A. Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL

04 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni aún las cosas muy antiguas, populares, muy sencillas y bien conocidas se libran de la sofisticación del marketing que vivimos, y se nos habla de ellas con un lenguaje complicado, difícil de entender, casi ecléctico. Debe de ser porque así, quienes lo utilizan creen que revalorizan el producto. Es el caso, por ejemplo, del vino. En un anuncio comercial de un Rioja popular leo que: “En nariz despliega recuerdos de frutas rojas e inicia un recorrido aromático…” y más adelante, que “En boca es bien constituido, con ecos especiados y balsámicos…” Estos términos, que hoy uno ya escucha en cualquier vinoteca o en boca de un sofisticado sumiller de lo que hasta ahora era un restaurante familiar sin pretensiones, a mí se me antojan excesivos y fuera de lugar. El vino es vino desde siempre y no necesitó ayuda de la semántica ni de la lexicografía para llegar a nuestras copas. De él hablaron y escribieron grandes poetas, filósofos, novelistas y pensadores sin necesidad de utilizar un lenguaje reservado a eruditos.

A lo largo de la historia, al vino se le ha dedicado una gran atención literaria, y siempre se entendió lo que escribían sobre él: se trata de un componente más de la cultura popular y por eso el lenguaje que se emplee al hablar de él tiene que ser asequible para todos. Hay algo en este lenguaje que han ido creando los enólogos, los gourmets y los publicistas, que lo hace artificial y exagerado. Sobre todo, cuando vemos que Gonzalo de Berceo, para expresar su felicidad a la caída de la tarde, sentado a la puerta del convento, nos habla de que se debe a que está bebiendo un modesto vaso de “bon vino”. No necesita más adjetivos para hablarnos de sus excelencias.

Así lo entendieron también otros clásicos españoles como Cervantes, o Gracián, o el autor del Lazarillo, o Fernando de Rojas en la Celestina, Valle-Inclán en sus Comedias Bárbaras, etc., que hablaron del vino elogiosamente, pero con naturalidad, con palabras sencillas, del diccionario popular. Por eso no entiendo este lenguaje abigarrado que se ha puesto de moda y que suena a impostura y artificialidad. Así que, nunca mejor dicho, llamémosle al pan, pan, y al vino, vino.